PRÁCTICAS DE UN MAESTRO.
El ajedrez como recurso pedagógico… y como herramienta para transmitir valores, conciliación en conflictos y corrección de conductas disruptivas.
Siempre defenderé, bajo mi propia experiencia, cualquier tipo de proyecto de ajedrez como recurso pedagógico.
Es una inversión relativamente asequible, unos 3 euros por tableros y piezas si lo buscamos en un bazar; comprando al menos unos 15 juegos, se puede impulsar en cualquier centro educativo. El resto, depende de la inversión de tiempo y energías de los docentes que quieran llevarlo a cabo.
Tras mostrar todo tipo de ventajas a nivel académico, es increíble el aumento del rendimiento en ciertos indicadores, tenía en mente llevarlo un paso más adelante.
Es sabida la transmisión de valores que implica el juego. Respeto por el adversario, saber ganar con humildad, la resiliencia ante una derrota, la templanza… Pero… ¿y si aplicamos el ajedrez en la corrección de conductas disruptivas? No pretendo ejercer de psicólogo; a veces es suficiente utilizar el sentido común. Y la experiencia como docente debe ser un fuerte punto a favor.
En situaciones de conflicto en alumnos e incluso en conflictos emocionales de alumnos consigo mismos, he estado utilizando este juego como mediador emocional. Así, niños con fuertes enfrentamientos y que necesitaban calmarse antes de intentar mediar entre ellos, alumnos con alto nivel de ansiedad en las respuestas a situaciones del aula…
Desterrados deben quedar los arcaicos castigos de «copiar 100 veces: Debo portarme bien en clase» y mucho menos respuestas irascibles del docente ante comportamientos disruptivos de algún alumno. Para afrontar una respuesta visceral de un alumno se necesita paliar la irracionalidad de su respuesta física hasta llegar a la calma necesaria para la reflexión propia del alumno y entonces sí, afrontar las consecuencias (no creo en premios y castigos) de los actos no adecuados. Es ahí donde he aplicado el ajedrez.
Habitualmente, dentro de mi colapsado horario, no dispongo casi de tiempo para ayudar a estos niños y niñas a manejar esas emociones. ¡Lo que sería un plan de mediación llevado a gran escala! 🙂
A veces, es tan fácil como comenzar con un «juguemos al ajedrez». Incluso niños y niñas que han tenido un conflicto, juegan partidas entre ellos; bajan sus pulsaciones, relajan su respiración, sienten al compañero en una situación de calma… Este juego sirve de acercamiento, de mediador en la ‘visceralidad’ de un enfado, de relajante espiritual… Es entonces cuando el juego de las 64 casillas favorece la situación ideal para dialogar con ellos y para que ellos dialoguen entre sí…
Además, no olvidemos que el ajedrez es un «controlador de impulsos». En esta investigación y práctica que he ido realizando durante el presente curso, ha sido un total éxito. En la vida, cuando te enfrentas a situaciones adversas, o de máxima exigencia, es fácil que perdamos el control de lo que nos rodea y, en ocasiones, de nuestros propios actos. Es algo muy parecido a lo que ocurre en un tablero de ajedrez. Lo más posible es que movamos la primera jugada que se nos viene a la cabeza, sin valorar la posibilidad de que haya una segunda opción que tan siquiera nos libre de esa situación de perdida de control. Le hacemos caso al impulso para no sentir esa presión, pero olvidamos la reflexión.
Con la práctica frecuente del ajedrez estos mecanismos de control de la impulsividad se van trabajando, siempre que la enseñanza vaya acompañada de una metodología adecuada. Gran papel debe tener ahí el docente que se ocupe de utilizarlo. Puede llegar a ser agotador para el maestro, pero de lo más satisfactorio al ver las mejoras de conducta en sus alumnos.
Un dato curioso: cuando el conflicto se soluciona, la mayoría quiere terminar la partida con su «recuperado» amigo. 🙂
Porque de consejos ya estamos colapsados, inspira con tu ejemplo. 😉
Que buenas ideas!! Me ha gustado mucho lo de cazapalabras, pero no podía escribirte ahí! Saludos de una compi AL 😉
Me gustaMe gusta
¡Muchas gracias, compañera! Abrazos 😊
Me gustaMe gusta