En este post pretendo relacionar, de alguna manera, los cuatro tipos de apego y cuatro tipos de docencia. Está incluído dentro de mi idea del Aprendizaje Basado en Personas.
Como muy bien comenta uno de los mejores conocedores de la conducta humana y su origen, así como de las relaciones humanas y sus vínculos, el psicólogo y profesor español Rafa Guerrero. Desarrollado en su magnífica obra Educar en el vínculo (Plataforma Actual, 2020), podemos hablar de apego seguro, apego evitativo, apego ansioso- ambivalente y apego desorientado. ¿Es posible relacionar estos cuatro tipos de apego y cuatro tipos de docencia o docentes? El propio Rafa, en una conversación distendida, me confirmaba que sí.
El apego es un instinto que tenemos los mamíferos y que siempre va de la criatura más débil y dependiente a la más fuerte, nunca al revés. Por lo tanto son los hijos o los alumnos los que se apegan a nosotros los adultos y no nosotros a ellos, es una relación de tipo vertical. La función específica de la relación de apego consiste en aportar el equilibrio emocional. Qué importante es, por lo tanto, que los docentes seamos ejemplo de equilibrio emocional para poder ser referentes seguros para nuestro alumnado. De no ser así, se produce un desequilibrio en la relación que va a condicionar tanto nuestra práctica como el clima del aula.
El apego no es algo que venga determinado genéticamente si no que es consecuencia de una manera de vincularse y de responder a las necesidades que presentan los niños. ¡Los niños y las niñas necesitan que les atendamos!
Cuando el docente responde de manera sensible, respetuosa y en su justa medida, decimos que esa figura de apego responde o ha sido «responsiva». Además, el niño internaliza que su docente es capaz de hacerse cargo de sus emociones y situaciones desagradables. Es necesario que previamente sintonicemos con sus emociones y necesidades. Sin sintonización emocional no hay responsividad. La importancia de la empatía de los maestros y profesores con su alumnado.
Por lo tanto responsividad es la capacidad que tienen las figuras de apego de cubrir las necesidades que tienen sus hijos, en nuestro caso los docentes hacia su alumnado. Los precursores de los estudios y teorías del apego son Spitz, Lorenz y Harlow. Hay una extensa bibliografía al respecto.
¡Ojo!, el apego no es cuestión de amor ni de cariño, por muy necesario que sea ese afecto, sino más bien de protección y de supervivencia. Se trata de una relación segura en la que hay disfrute por ambas partes. Cuántas veces repetiré, que para tener alumnos felices también necesitamos docentes felices.
Los cinco parámetros del apego seguro y que todo docente debería tener con su alumnado son coherencia, fiabilidad, responsividad, límites claros y proximidad no intrusiva. Estos cinco parámetros necesitan de la sintonización emocional, debe ser una relación de apego sana caracterizada por esa verticalidad donde el menor depende del adulto pero no al revés. Podemos hablar de empatía, pero no exceso de ella. No se trata de vender el corazón como eje vertebrador de todo sin límite ni control, sino del equilibrio.
El sistema de apego se activa ante situaciones de amenaza y peligro. Tiene una buena capacidad de mentalización, el apego hace que el cerebro segregue opiáceos endógenos que provocan la sensación de tranquilidad y seguridad en el menor. Esto puede ser muy necesario, por ejemplo, en situaciones como la que estamos viviendo por el covid-19.
En el apego seguro le dan exactamente lo que precisa, le cubren la necesidad en su justa medida, ni más ni menos. Se responde de manera sensible al niño, es decir se ven las cosas desde el punto de vista del niño. Se está alerta a sus señales, se interpretan sus señales de manera correcta y se es responsivo. Son docentes que establecen un gran equilibrio entre la vinculación y la autonomía con el niño. Le ofrece protección y seguridad, como consecuencia una gran valoración, confianza y autoestima del alumno. Cabe señalar la diferencia entre protección y sobreprotección y es que en el apego seguro el niño es protegido en su justa medida. Además, se le ofrece al alumno una respuesta sensible. Ver las cosas desde el punto de vista suyo, estar atento a sus señales , interpretarlas del modo correcto y responder de manera adecuada y lo más rápidamente posible. De nuevo el concepto de responsividad, hay una preocupación sincera por las necesidades del alumno. Es más, niños y niñas saben perfectamente cuando su docente está siendo honesto y sincero con ellos, son nuestros mejores jueces. Por eso la importancia de que los docentes tengan una verdadera vocación hacia su profesión, y hacia sus protagonistas.
Son docentes empáticos, comprensivos y sensibles ante su alumnado. Disponen de herramientas de autogestión emocional suficientemente buenas. Hay una buena capacidad de reflexión y de mentalización.
Obviamente, este tipo de docencia y relación con el alumnado es la correcta pero no siempre es así.
Si en la relación entre el docente y su alumnado hay un apego evitativo, no tienen la capacidad de identificar y de regular las necesidades emocionales de los niños, estos docentes evitativos tiene mucho más desarrollado su hemisferio izquierdo, racional y cognitivo. En esta situación de apego evitativo, los alumnos han aprendido a reprimir sus necesidades emocionales en el aula. Se caracteriza por haber tenido unos docentes que han ensalzado en exceso la autonomía en detrimento de un mínimo de vinculación en cariño. A menudo, estos maestros dan por hecho que el alumnado debe hacer todo por sí solo, no le brinda los apoyos necesarios… Dicho mal y rápido, se sienten abandonados y el clima del aula puede caer en un descontrol.
Los apegos evitativos renuncian a la protección y en la intimidad a cambio de disponer de mucha autonomía. Hay bastantes dificultades para detectar la necesidad emocional. En este marco de circunstancias, el alumnado puede caer en la desmotivación al no encontrar el vínculo con su maestro.

También tenemos los docentes ansioso-ambivalentes. Manejan maneras cambiantes de responder ante la necesidad de sus alumnos y el hemisferio dominante es el derecho. Son docentes, a menudo, sobreprotectores. tienen una gran necesidad de tener el control, motivo por el cual son descritos como controladores. Son docentes que han aprendido a no dar tanta importancia a la parte cognitiva, y por contra exageran y se centran más en la parte emocional y afectiva. De este modo, el apego ansioso ambivalente es lo contrario al apego evitativo que veíamos anteriormente. La manera de actuar de los docentes ansioso-ambivalente es muy variable e imprevisible. En ocasiones se muestran muy cariñosos y en otras se muestran de manera hostil. Esta falta de coherencia crea desconcierto en el alumnado. Van alternando esta manera de comportarse sin que exista un patrón, sin que sea posible predecir de qué depende un comportamiento u otro. Obviamente, esto provoca desconcierto en su alumnado. Suelen ser adultos inseguros, a veces infantiles e inmaduros. Si el docente no es capaz de regular sus propias emociones, ¿cómo va a ser capaz de regular la de sus alumnos? Esta impredecibilidad genera en su alumnado una gran cantidad de estrés y ansiedad, en un contexto de descontrol y caos. Si nos dejamos llevar por la emoción que tiene nuestro alumno, no seremos capaces de mostrarles y transmitirle la calma, la tranquilidad y el cariño que necesita en ese momento. Necesitan controlar absolutamente todo, suelen exagerar y se centran en la parte emocional exclusivamente. No es capaz de regular las emociones de sus alumnos porque ni siquiera es capaz de autorregularse a sí mismo.

También podemos encontrarnos un apego desorientado del alumnado respecto a su docente si no se cubren sus necesidades afectivas de manera suficientemente buena. A este apego desorientado también se le conoce como desorganizado. Hay una poca o nula capacidad de sintonización emocional del docente hacia hacia su alumno, una dificultad para atender las necesidades de éstos.

El comportamiento puede llegar a ser agresivo con el niño o bien de negligencias ignorando y abandonando al menor. Suele manejar bien su mundo racional, neocortex, pero tienen grandes dificultades en la gestión de las emociones. Son docentes que a menudo suelen estar malhumorados y enfadados. La emoción principal que se da en el aula, por lo tanto, es de miedo. Estamos hablando que esto puede provocar en el niño y la niña parálisis y congelación como mecanismo de defensa, muy frecuente en los niños con apego desorientado. ¿Alguna vez has visto a un docente desencajado porque el niño no contesta al salir a la pizarra? Los gritos y malas formas no parecen ser la mejor forma de superar esos miedos, ¿verdad? La mayoría de los niños y niñas reaccionan con mucho estrés y angustia ante la no responsividad de sus docentes.
¿ Qué tipo de docente eres? ¿De qué tipo es tu docencia? Obviamente, puede haber una gran variedad de tonalidades entre el blanco y el negro, una gran variedad de realidades. Pero algo está claro, la importancia de la relación humana entre el docente y su alumnado. La importancia de las personas y su vínculo. Un aprendizaje basado en personas.